Los adioses, los tal vez, los te quiero, los gracias, los perdón que se quedaron atrapados y no pude decir. Estaban aquí.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Viuda de una nube de verano



He visto cómo te ibas.
He visto el calor esquivo de una caricia a contratiempo.
He visto el paso inexorable de los minutos de una despedida.
He visto un resbaladizo suspiro enredado en las sábanas de un anochecer.
He visto cómo desapareces en un 'te quiero'. Sin luz, sin esperas, sin rencores.
Te he visto tanto que te difuminas en el desván de mi memoria..
Como uno más,
como un mero paso.
Te he visto a ti. Y cómo me iba contigo.



I.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Se busca

"Se busca. Metro sesenta y cinco, pelo rubio y una risa que quita el aliento. Desaparecida desde el 3 de septiembre de 2014. Si la ves, ponte en contacto conmigo."

Lucas volvió a repasar el cartel con la mirada, cuidando los detalles. Se fijó de nuevo en el brillo de aquellos ojos azul pastel, sometidos a las dos dimensiones del plano del papel, preguntándose si algún día volvería a verlos. 
La mañana arañaba los últimos vestigios oscuros de la noche, diluyéndolos en tonos brillantes, y el corazón de Lucas caminaba despacio por aquella avenida de cemento y comercios. 
Volvió a sacar el celo de la mochila, y tres farolas después se detuvo de nuevo. Desenrolló cuidadosamente otra copia del cartel, y la pegó sistemáticamente.

Uno más. O uno menos, tal vez.

Hacía días que no dormía. La búsqueda incansable le había arrebatado el sueño, escondiéndolo tal vez, en el rincón del mundo en el que se encontraba ella. 
Ella.
El final de cada uno de sus hilos de pensamiento. El penúltimo adiós en aquella playa. La sonrisa de un "quizás". Ella, en su simpleza, en su curva rectilínea de belleza, en sus suspiros enterrados en el colchón.

Se había marchado. Se había ido sin dejar más rastro que lo que había llegado a ser. Se había ido, y con ella los mediodías, el norte, y el color verde. La melancolía se trenzaba con el tiempo. Y este se agotaba.

"Dónde estás..."

Fue colgando el último cartel de aquella avenida cuando lo sintió. Antes de girarse, contempló una vez más la fotografía de ella, mirándole desde la curvada farola con ojos sonrientes, y cerró los suyos con fuerza para recordarla con nitidez.

Cuando volvió a abrirlos, se tropezó con la mirada desconcertada de un alma decaída. Los mismos ojos que brillaban en la fotografía se encontraban materializados frente a él. Desvaídos, como si fueran la sombra de lo que habían sido.

Ella.

Lejos de que se acelerara su respiración, el corazón le bombeó más despacio, si cabe. Con más desánimo. Como si lo que descubriera no fuese una sorpresa. Como si ya lo hubiera perdido todo.

-Estoy aquí, Lucas. -Susurró ella. Pero tras unos instantes enfrentada al silencio, su seguridad se tambaleó y entre las pestañas se le entrevió el miedo. El miedo a que su respuesta no fuera la adecuada. El miedo a no querer saber.

Lucas sonrió con tristeza, y abrió su mochila, tendiéndole una copia del cartel a ella misma. 

-Se busca. Hace tiempo que ya no está. Hace tiempo que no sonríe como sonreía. Hace tiempo que ya no busca los grumos de chocolate en el Cola Cao, ni tiembla al arañar las puertas del cielo. Se fue, y quiero recuperarla. O saber que ya no es mía. Busco mi rumbo y no te encuentro. ¿Dónde estás?

Ella abrió la boca pero los segundos le robaron las palabras. Lucas suspiró, y se dio media vuelta, dejándola con el cartel de su propia desaparición en la mano, y con la llama de la esperanza reducida a una cerilla. Con el "por si acaso" guardado en la manga.

Y una vez más, pegó una tira de celo sobre el cartel. Esperando que ella dejara que recuperaran su amor, que en algún lugar oscuro, se había escondido.

"Se busca. Metro sesenta y cinco, pelo rubio y una risa que quita el aliento Desaparecida desde el 3 de septiembre de 2014. Si la ves, ponte en contacto conmigo.”

Porque hay amores que matan; porque los amores que matan… nunca mueren.




jueves, 16 de octubre de 2014

El temblor de los semáforos en verde

Te postquiero.
Como el final de una fiesta, en el que las serpentinas y el confeti parece más apagado, sin el sentido. Algo tan simple pero enredado a la vez. El tiempo pasa diferente, y los segundos no saben igual. Paso frente a nuestro sofá y sonrío a medias, como si aún no terminara de creer que yo sigo siendo yo aunque todo haya cambiado.

¿Qué te llevaste contigo? ¿Qué hiciste antes de marcharte para que el verde de los semáforos tiemble al parpadear?

Te cuento que, al menos aquí, sigue helando la carretera los primeros días de enero. El café de la esquina sirve las mismas tazas de chocolate amargo, agridulce. Como nosotros. Como el "yo" en el que me he convertido.

A veces me pregunto si lo que siento es que te echo de menos. Cuando compro el mismo sabor de helado, cuando termino siempre en los mismos acordes de guitarra. Cuando muevo los libros de sitio y veo aquel, cada vez más cubierto de polvo.

¿La Historia Interminable?

¿Cómo te atreviste a ponerle fin?



miércoles, 27 de agosto de 2014

Todos los días sale el sol.

Fue como si todos los adioses se concentraran en aquella última mirada. La acarició visualmente, recorriendo todos las curvas de su expresión desolada, todos los mechones que se salían de la trenza dorada de espiga que caía por su espalda.
Un "no te vayas" se atascó en la garganta, agazapado tras el miedo de la primera despedida, así que se  limitó a volver a besarle, firmando una vez más con su huella, su piel.
Él era alto, con una serenidad que te abrumaba al respirar. Sonreía y daba la sensación de que el mundo se iluminaba un poco más, de que desechaba parte de tus sombras. Con la maleta azulada, cargada de amargura y kilómetros, se giró de camino hacia el tren, que aguardaba impaciente a las lágrimas de los últimos viajeros.


Algo se me fue contigo.

Algo se llevó en aquel vagón verde, que se alejaba por las vías vibrando a alta velocidad, algo que sabía que ya no tenía y que sin embargo no llegaba a averiguar el qué. El guiño de la primera mañana, el último rayo de sol envuelto en mantas, su camiseta roja favorita, el te echo de menos que él escondió bajo la almohada la última noche, la caricia con sabor a oportunidad.

Todos los días sale el sol. 
Y él y ella siempre mirarán hacia arriba, y les cegarán los mismos rayos.

Porque sólo es geografía.




martes, 12 de agosto de 2014

A la puerta del olvido

A la puerta del olvido, llama con lentitud el tiempo. Se recrea en la espera, inexorable, frente al picaporte macizo. Ha llegado la hora. El tiempo toca con los nudillos, con temor, con la incertidumbre del viajero que espera un tren de medianoche. Con el sabor del descanso amargo de los perdedores. Con el destino incierto de los "por qués". 

El tiempo llama a la puerta del olvido, y en ese preciso instante, los recuerdos se decoloran. Paulatinamente, se cuelan los vacíos, se extienden como una mancha de tinta en el agua, desgastando todo a su paso. Los colores se vuelven menos brillantes, y los mecanismos se simplifican a la brisa del aleteo de una mariposa. Lo que una vez fue, no deja si no de diluirse en minutos y segundos, fraccionados en momentos que jamás volverán a ser. 

Y el viajero olvida su camino, errante.
Y el viajero olvida su...
Y el viajero se olvida de que es viajero.

Y el hombre... deja de ser hombre.




martes, 25 de marzo de 2014

Que vivan las palabras perdidas



Que vivan las palabras perdidas,
abandonadas en un harapiento rincón, entretejidas en la tela del olvido.
Que viva la inspiración dormida, latente en un pálpito que ondea al ritmo del viento.
Que se recuerden los sentimientos rotos,
resquebrajados por el arrasador paso del tiempo, 
ese que cicatriza,
y encoge los recuerdos hasta no volver a recordar.
Que viva el color del viento, 
las sonrisas robadas,
 el papel virgen,
los cuerpos ya repletos de tinta.
Que viva esa arritmia de latidos,
las lágrimas lentas,
la melancolía del último amanecer.
Vivan las palabras perdidas.

Y quizás algún día podamos volver a creer.



lunes, 24 de marzo de 2014

Contrapunto






             
                         Fue entonces cuando escuchó que sus vidas ya no latían a tempo;
         una arritmia inevitable les había robado el aliento.













martes, 28 de enero de 2014

La pregunta retórica de tu mirada


Y se me escapa un te echo de menos, ligero, fugaz, rebotando entre las brisas de aire que revuelven el ambiente estático de la habitación. Tú me miras, como si no entendieras, como si tus ojos no hubieran recibido la melancolía de mis palabras. 


Mi gesto interrogante emana inseguridad, y repentinamente la esperanza me flaquea desvaneciéndose de bruces en un silencio tosco al ver que no reaccionas.
Me levanto entonces, de pronto empeñada en aferrarme a cualquier rescoldo todavía firme. Aún esperando que alguna chispa vuelva a prender en tus latidos, apagados y sordos como el ruido del ventilador.
Pero ha terminado.
Lo percibo en el calor asfixiante de las paredes, en la luz blanquecina del fluorescente, y en el cuero de tu chaqueta. Qué tontería, ¿verdad? Pero incluso tu ropa parece mas desvaída desde que ya no me besas igual.


Me estremezco cuando te rozo el hombro con la mano, y mirándome los dedos, casi siento cómo mi corazón se libera de un peso pesado. Soy libre.

Sonrío, te revuelvo el pelo, y cruzo el pasillo del hospital sin mirar atrás.