Los adioses, los tal vez, los te quiero, los gracias, los perdón que se quedaron atrapados y no pude decir. Estaban aquí.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Oda al otoño





Oda al otoño
Todo pasa, y todo queda.
El llanto rasgado y tenue de un recién nacido se mece, acompasado, con las ráfagas de brisa helada. 
La alfombra color ocaso se va reduciendo, hasta que, un veintiuno de último mes, la última hoja oscura se estremece en el asfalto. 
21 de diciembre.
La voz nueva, que antes lloraba, se silencia, sobrecogida ante el temblor del aire.
Frío. 
Con implacable precisión, se extiende por la ciudad, revolviendo el mechón rebelde de la estatua de Cervantes, balanceando la lona de la pista de hielo. La última cigüeña, despistada, termina las maletas y mira por última vez atrás; las luces navideñas enroscadas en los árboles tratan de brindar la calidez que el tiempo se ha llevado consigo, y las calles, vacías, esperan el despunte del sol para volver a acoger las prisas de las vísperas. ¿Se mantendría igual de bello a su regreso? 
Con la duda pendiendo de su corazón, y la pequeña luz de la esperanza, la cigüeña del campanario extiende sus alas hacia las nubes grises y deja Alcalá de Henares atrás.
La hoja dorada, aterida, trata de huir también, montándose sobre no sé qué ráfaga de viento fresco. Pero apenas instantes después, vuelve a caer en ese compás otoñal con el que se deslizan las hojas al llegar al suelo. Con un último temblor de despedida, abre los brazos, y deja que lentamente, el frío hiele sus venas de savia. Hasta el año que viene.
Bienvenido, Invierno.






viernes, 1 de noviembre de 2013

Amparo, 1933.

Aún recuerdo las angostas tardes de domingo en casa de Doña Carmelita de aquellos tres últimos años. Era como si el tiempo se detuviera, suspendido en el aire por no sé qué hilo desmenuzado, y dejaran de existir los minutos.

Don Alberto, arrellanado en su sillón de fieltro verde pardusco, fijaba los ojos en un mismo artículo del ejemplar de la semana de "El Arriero", el periódico local. Parecía enfrascado en la lectura, pero lo que verdaderamente le corroía por dentro era la imperiosa necesidad de romper tan tremendo silencio, y el no hallar la forma de hacerlo.
Yo me afanaba con la cristalera del salón; una vidriera de diversos colores y formas que había sido el orgullo  para la familia y un motivo de juego para las niñas, ya que creaba un juego de luces anaranjadas y más verdes que la hierba asturiana. Sacaba brillo a la superficie ya lustrada, y repetía una y otra vez los movimientos con el paño granate, tratando de limpiar tal vez, aquella pesadumbre que se respiraba en la casa de los Bringas.
Elicia y Susanita, menudas y generalmente inquietas, se mantenían sentadas en el suelo con la mirada baja, rozando los adoquines grisáceos de cerámica que cubrían toda la casa. Si era un día de frío de "agárrate morena", yo me deshacía en murmullos de reprimendas para evitar que cogieran un resfriado ante aquella superficie helada.

Falta Doña Carmelita por retratar en tal escenario. La pobre mujer envejeció sentada en aquella tosca silla, cuyo respaldo se clavaba en su serpenteante columna vertebral, ya aterida por los años. Desde semejante trono contempló cómo sus dos hijas dejaban de ser indefensas e inocentes, cómo abrían lentamente los ojos al mundo que las rodeaba. Desde allí sonreía a su marido cuando él se afanaba por cumplir con todas sus labores, en la casa y fuera de ella, cómo trataba de superar la transformación en aquella muñeca de mimbre en que se había convertido su esposa.
Pues allí mismo se mantenía, apoyando la cabeza sobre el codo, tratando de mantener la compostura entre tanta tristeza, con la sensación de pérdida.

Incapaces de mirarse, después de tantos años. Incapaces de, por una milésima de segundo, rozarse y no sentir decepción. Doña Carmelita y Don Alberto habían dejado de quererse. Como se deja de hablar con un amigo que se marcha lejos, como las nubes de una tormenta de verano se dispersan. Ninguna palabra les sanaba, porque al fin y al cabo, ni siquiera había herida. Simplemente... se había esfumado.

Las niñas pronto dejaron de serlo, y primero Susanita y poco después Elicia, contrajeron matrimonio y se dirigieron a las Américas, en busca de nuevas oportunidades. Yo dejé de servir en su casa tan pronto conocí a un funcionario del ministerio de Hacienda, Ignacio, con el que me mudé al barrio de Las Calzadas. Pero Doña Carmelita y Don Alberto continuaban de luto, sin ser capaces más que actuar como autómatas en su repetitiva vida, en duelo por aquel amor que había sostenido los pilares de su maravillosa vida y que, de forma inexorable, se había ido.

Hasta que llegó un día, en el que cuando Don Alberto llegó a casa después del trabajo, encontró a Doña Carmelita de pie en medio del salón. Se detuvo en la entrada, con el sombrero aún en la mano y sin arsenal de palabras con las que comenzar.

Pero no hizo falta. Carmelita avanzó uno, dos, tres pasos hasta colocar su frente junto a los labios de él. Levantando la cabeza desde su metro cincuenta y siete, se encontró con la mirada demacrada de su marido. Buceó en sus pupilas sin ningún pudor como hacía años que no le miraba, y con una lentitud batallada por su corazón dubitativo, depositó un beso con sabor a último intento.

Los movimientos ya estaban estudiados, ambos sabían de memoria las reacciones del cuerpo del otro, y saborearon cada caricia con el ansia de una despedida. Se amaron con experiencia, con seguridad, llamando a las puertas del cielo en el último suspiro exhausto. Alberto cerró los ojos lentamente, y se introdujo en el mundo del sueño sin palabras, sin saber muy bien qué sentir. Las lágrimas de Carmelita no tardaron en resbalar hasta la funda blanca de la almohada. El incómodo silencio se perfumaba con decepción.

La mujer se levantó sin hacer ruido cuando la luna ya brillaba alto cerca de la torre de la iglesia, y en una maleta guardó doblando todos sus vestidos. Dejó la mitad del armario temblando, incompleto.
Carmelita aspiró el aroma de la camisa favorita de su marido por última vez. Y, separándose de él con una expresión derrotada, le besó en la frente y desapareció por la puerta.




Hoy hace veinte años que no sé nada de aquella mujer, que consiguió hacer frente a los miedos de su propia vida, y se lanzó a la vida para ser feliz de nuevo. Una familia que tuvo que desenlazarse porque el nudo terminó estando mal hecho. La vida llama continuamente, y es labor nuestra el cogerle la llamada o dejarla convertirse en una perdida más. Hoy es domingo, 19 de marzo de 1953.
Y hace un sol tan espléndido, que Alberto ha sacado la cerveza al parque, y sentado en la hierba, sonríe a una paloma que acude a hacerle compañía.

Nada como la tarde de los domingos.








Regreso de las tinieblas

Abriendo una vez más la URL que ya me sabía de memoria, me di cuenta de cuánto lo había echado de menos. Y sí, estoy hablando de publicar en FB, en el blog, de escribir el día a día.
Han pasado 4 largos meses, y sé que es mucho tiempo. Pero espero poder compensar el tiempo de silencio con los nuevos párrafos que tengo por escribir.
Buenos días, buenas tardes, y buenas noches, señores y señoras. Aquí os dejo un enlace a una preciosidad de poesía, traída con la voz de un hombre que emociona sólo con suspirar. Disfrutadla :)

"Ella amará a otro hombre".


"Palabras del viento" se pone de nuevo en marcha. ¡Feliz puente!

martes, 4 de junio de 2013

Estimado señor Tiempo


Tiempo Atmosférico Estival
C/ Atmósfera, s/n
0000-Universo


En la calle de los exámenes finales de junio, Internado de la Santísima Esperanza, a 4 de junio de 2013.

Estimado señor Atmosférico:

Quisiera exponer mi descontento ante la desidia que parece que va a mostrar en los momentos venideros. Tengo entendido que, su pretensión es ofrecer una estación veraniega tibia y con una constante e indefensa máxima de veintipico grados, seguida de berrinches y enfados por su parte, que nos supondrán tormentas y lluvias.
Me gustaría recordarle que su mal humor afecta a toda la población, y que existen especialistas que pueden ayudar a contener su genio. Además, hemos observado últimamente, que ha comenzado a adquirir la mala costumbre de la bipolaridad, y como consecuencia, ha provocado que millones de españoles hayan tenido que duplicar el armario de ropa, dado que no pueden guardar ni la de invierno, ni quedarse solo con abrigos y pantuflas.
Por otra parte, le informo de que personalmente -y me consta que a la gran mayoría de mi gremio le ocurre lo mismo-, he depositado todas mis esperanzas y basado todos mis esfuerzos a lo largo del curso, en el reconfortante y coloquial pensamiento de "qué bien me lo voy a pasar en verano. Calor, helados, piscina...".
Comprenderá entonces mi sorpresa ante la noticia de que iba usted a honrarnos con un "verano tan frío como 1816". No he tenido el placer de vivir aquel año, pero intuyo que no fue especialmente caluroso.
Y oiga, los tópicos (al menos atmosféricos) están para respetarlos, porque las innovaciones ya se hacen en todo lo demás. En invierno nieva, se puede hacer vaho, y prevalece el catarro como primer mandamiento. Primavera es el Terror del Polen, y las amapolas. Y en verano vivimos con aire acondicionado, estrenamos los bikinis, y bebemos las bebidas con hielo en las terrazas de los bares.

Soy consciente de que no estamos en posición de exigir, ya que somos responsables del grandísimo deterioro que está sufriendo su zona de residencia; en nombre de la humanidad, siento ese agujero que le hicimos en el techo de su casa. Le aseguro que nos estamos haciendo cargo de un nuevo retal de ozono para cubrirlo.

Pero si no le importa, señor Tiempo... Haga el favor de mandarnos rayos de sol cálidos, se lo pido como un favor personal.

Saludos cordiales a pesar de mi recelo,


Una estudiante indignada












martes, 21 de mayo de 2013

Vuelve a sonreír, al recordar París

Y mientras él colocaba mecánicamente los abrigos en la maleta, yo continuaba pensando cómo frenar aquella hemorragia en mi vida.
Tomás evitaba mi mirada, a la vez que almacenaba en cajas de cartón y mochilas pedazos de todos aquellos años.
La camisa azul que le había regalado hacía un par de años.
"La historia interminable"
Todos sus CDs de vinilo.
-¿Quién se queda con... esto? -Preguntó casi ausente, enseñándome una pequeña botella en cuyo interior  había un papel atado con un cordón azul.
¿Esto?
Así que por aquel entonces ya sólo era un pronombre demostrativo. Sonreí sin ganas, como si ya me lo esperara.
Esto, había sido el pilar de todos nuestros deseos. Un pequeño papiro de Egipto que habíamos comprado en Alejandría, en el que habíamos escrito uno por uno todos los sueños que queríamos conseguir juntos, encerrados en una botella de cristal. Sólo faltaba uno por cumplir.

Aquella seguridad de los primeros años, aquella confianza en la felicidad eterna. "¿Dónde la has escondido, Tomás?" Traté de bucear en sus pupilas, y me vi temblando ante la posibilidad de seguir queriéndole.
Esa forma ladeada de mirar, esa curvatura de los labios, la forma de moverse ágil y serena. Sus caricias eran lentas, concienzudas. Rápidamente esos pensamientos me absorbieron hacia un recuerdo, entre paredes blancas de un apartamento en la costa de Málaga.
Pero ante mí tenía un hombre de mediana edad, pasado el medio siglo y algo envejecido, y con la sonrisa desgastada. Ya no hablábamos el mismo idioma, era como necesitar permanentemente un traductor de emociones y pensamientos, y aún no se había inventado.

Entonces lo vi evidente. Cuando el amor te invade, es imposible expulsarlo. Esa sensación de conexión, nunca desaparece. Lo que cambia es el tiempo verbal, y es lo que hay que aprender a asumir. Había estado enamorada de Tomás, y de hecho lo estaba, y aún sigo estándolo.
Estoy enamorada del Tomás que, hace ya años, me llevó a las cumbres de la vida, desde la que contemplábamos las mismas vistas. Siempre querré a la persona que era en aquel intervalo de tiempo en el que nos amamos con tierna locura.

********************

Volviendo a aquella habitación del piso 42, de la Décima Avenida de Nueva York, tendí la mano para recoger lo que quedaba de nuestros sueños. Abrí el corcho de la botella, desenrollé el pequeño papiro y leí la única frase que quedaba por tachar.

Prometo llevarte a París. 



Miré a Tomás, con renovadas fuerzas.
-Te queda una promesa por cumplir, y sé que eres un hombre de palabra.

Él parecía incómodo, como si no quisiera retrasar más el momento de marcharse para siempre, como si estar demasiado tiempo a mi lado comenzara a resultarle tóxico.
-No te preocupes, seré breve. - Le tranquilicé de forma seca. Cogí el sobre en el que él había guardado el dinero líquido que había sacado de nuestra cuenta, y conté dos billetes de los grandes. - Con esto es más que suficiente para ir a París. Sola.

Emborroné el último deseo con más tinta de la necesaria, y rasgué el papel mirándole a los ojos.
-Lo que yo te prometo es que aprenderé a escalar sola y llegaré a la cima de la vida de nuevo. Ojalá tus vistas sean igual de bellas, Tomás.

Y con un último roce en su hombro, y después de bajar en el ascensor, me senté en el banco de debajo del  inmenso rascacielos a la espera de que mi antiguo amor terminara de empaquetar su equipo de escalada y se alejara por la avenida en busca de nuevos horizontes.


jueves, 2 de mayo de 2013

Érase.

Érase una vez.

¿Una vez? Érase una vez o muchas, tanto tiempo hay entre aquel tiempo y el presente que ya nadie recuerda...

Un hombre desencantado, atrapado por el desamor. Un hombre resquebrajado, enlutado en honor al destino.

Érase una vez un hombre que había roto todos los moldes, y como consecuencia fatal, pensaba. Observaba por encima del bien, de la maldad, de las miserias humanas y la felicidad, y esto le había hecho comprender.

Había comprendido la esencia de, en lo que en un alarde de egocentrismo humano, llamamos MUNDO.
Érase un hombre que no quería ser hombre, sino estar vivo. 

Érase alguien... que sufría por amor a la vida.




sábado, 20 de abril de 2013

Del hilo más fino.


El tutú de tul negro y la luz del atardecer hace que parezca una ninfa, algo sobrehumano; aprovecho estos instantes de concentración para ondear mi cuerpo y dirigir una mirada penetrante de derecha a izquierda. 
Sólo un poco más. 
Puedo sentir su fascinación, como una red que se ha extendido inevitablemente por toda la multitud, sus ganas de más. Oigo sus gritos ahogados, veo sus bocas abiertas en una mueca de sorpresa.
¿Puedo hacerlo? Claro que sí.
Sólo un salto para cumplir mi sueño y volveré a aquella oficina en la que trabajo. Prometido. 


De pequeña era mi obsesión inconsciente. Cada vez que veía un bordillo tenía la necesidad de caminar por él, de sentir aquella sensación de oscilar, de pender de un hilo, de oler de cerca el riesgo absoluto. Y en cuanto mi cuerpo se preparaba para precipitarse al vacío, -en aquel caso menos de quince centímetros- volvía a batir los brazos como si fuera un ángel para volver a flotar, rozando apenas la superficie. En realidad el abrazo protector de mi padre, la mano siempre disponible para recuperar el equilibrio ayudaban bastante. 

Sin embargo, me convencía una y otra vez que yo era capaz de hacerlo sola, que era una estrella. Y que nada me separaría del precipicio, excepto la muerte.

Para que veas, papá. Para que veas que sí podía ser una equilibrista famosa, la estrella del nuevo Cirque du soleil. Porque nunca me hiciste caso y yo sabía que podía hacerlo.
Un rayo de tormenta anticipa las lágrimas del cielo que vienen a continuación. Sonrío y me lanzo sin pensar a la cuerda negra que me espera firme y tersa. Flexiono las piernas y noto cómo todos mis músculos se contraen bajo el adictivo efecto de la adrenalina. El suelo es muy pequeño desde aquí. Me estiro saltando hacia arriba, elevando una de mis piernas en vertical, haciendo una postura casi imposible. 
Permanecer en el aire un instante antes de caer.
Mi pequeño éxtasis.

Cuando comienzo a descender a gran velocidad no veo a la gran cantidad de gente que se ha agolpado entre los dos postes de electricidad, ni escucho sus gritos horrorizados. Sólo sonrío otra vez ante la inmensa ovación de mi público entregado, ante aquellos aplausos en forma de gotas de lluvia que golpean los coches de las personas que están allí. 
Sólo instantes antes de impactar contra la lona de los bomberos descubro el engaño. Ni público, ni carpa ni espectáculo. 
Sólo una joven obsesionada que ya ha cumplido el sueño de volar sobre el mundo, un cable negro y una tormenta.
Lo último que pienso antes de que me aten en la camilla para examinarme en el hospital es que algo en mi interior se ha estabilizado para siempre. Esa obsesión, esa tensión. Ha desaparecido. "Gracias por recuperar mi equilibrio, papá."




lunes, 1 de abril de 2013

Sea cuando sea allí estaré

Era un día gris, brumoso.
Las nubes habían bajado a visitar la ciudad, y vagaban por las calles alargándose y estirándose como chicles esponjosos.
El soldadito continuaba en aquella tetraplejia permanente, con su pequeña pierna incrustada en la alcantarrilla herrumbrosa que separaba los dos niveles de la urbe, el visible y el que todo el mundo se esforzaba por ocultar. A nuestro pequeño amigo se le escapaban diminutos estornudos, frutos evidentes del frío húmedo que se había extendido aquella mañana de febrero. Sin embargo, allí seguía, sin poder moverse, con su traje de pantalón azul y de lustrosa chaqueta roja desgastados; el agua lamía suavemente su pintura y la deshacía tortuosamente.
Llevaba varios días solo en aquel lamentable estado. ¿Qué pensaría Kim04 si le viera así?
Semanas atrás se había prometido que le brindaría amor eterno. Aquel rostro de píxeles de colores bellísimos le había robado el corazón. ¿Quién era él, triste y viejo soldado de la guardia londinense?
Nada más que un simple recuerdo de los juegos viejos, de demasiados años atrás, demasiado poco sofisticado... La protagonista del nuevo videojuego jamás se fijaría en él.

En esa red de pensamientos tristes se encontraba el soldado cuando un coche aceleró junto a él y le empujó a través de las rejas de la alcantarilla, provocándole un infarto y casi la pérdida de una de las piernas. Aterrizó en una bolsa negra charol blanda. Al ver a su alrededor la suciedad que le rodeaba, agradeció haberse constipado para no oler la inmundicia.

"Llama, grita, si me necesitas, sea cuando sea allí estaré."

La voz femenina lo canturreó con tono metálico antes de volver al silencio. En seguida descubrió una mano enguantada sobre la que había caído, seguida de una muñeca femeninamente fina. Casi se le detiene el corazón por segunda vez en el día cuando distinguió el logo en la manga de la camiseta negra que cubría un esbelto cuerpo femenino de plástico perfectamente moldeado. La sonrisa casi brillaba en la oscuridad, y el soldadito tuvo la certeza de que había caído en brazos de la joven de sus sueños.

Kim04.

¿Cómo habría llegado ella hasta allí? ¿No era acaso, la estrella entre las mentes infantiles?
Tal vez ya había pasado su momento, y existía una mejor versión del héroe estereotipado que todos admirarían. Qué más daba...

Se moría por abrazarla, sentir aquella piel tan perfecta, decir cuánto la admiraba,
hacerla sonreír...
Pero su cuerpo inmovilizado no le permitía pronunciar palabra, así que decidió dejar de pensar y disfrutar de la cercanía de la joven muñeca sin saber si ella le correspondía.

Mejor así. Ninguno de los dos supo nunca si el otro lo amaba. Amantes mudos que vivieron de la ilusión más genuina.
Sin embargo, sus corazones latieron al mismo ritmo a lo largo de mucho, mucho, mucho tiempo.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Carta para Violeta

Fue extraño cuando te vi.
Apenas había cambiado la forma en que las hojas se dejaban caer con languidez sobre el banco que se abrigaba bajo la copa del inmenso roble. La madera apenas había añadido un par de muescas a la colección de daños y arrugas que le tallaban día a día, y sólo había aparecido una fecha más de amor escrita en una de las esquinas.
Nuestro banco.
Aquel pequeño refugio en el que parecía que el tiempo se congelaba, y los minutos se quedaban enredados entre tu pelo. 
Ya había dejado de frecuentar el sendero que serpenteaba bajo la sombra de los árboles de aquella zona del parque. 365 días no es demasiado tiempo para olvidar, desde luego. Pero sí para que la desesperanza rebosara el vaso de la ilusión, y mis piernas se negaran a seguir pasando frente a un banco vacío, esperando, todos los días de un calendario. 
Esperándote.
Ayer, un día antes de cumplir el segundo aniversario sin verte, el subconsciente me guió sin pedirme permiso y me encontré desandando los pasos de un camino de recuerdos que ya había decidido no volver a pisar. Me limité a seguir las miguitas de nuestros días juntos que la memoria había dejado tras de sí, y me encontré de nuevo en el parque, en el sendero de grava blanquecina, apoyado sobre la barandilla de un lago azul marino, que reflejaba la profundidad del cielo que se abría infinito sobre nosotros.
Nosotros.

Fue como si todos los espejismos de tu figura a lo largo de los dos años en los que tu ausencia cada vez era más palpable, se hubieran fusionado y hubieran creado el holograma perfecto. Eras tan... tú.

Sentada con los dos pies sobre el banco, abrazándote las rodillas y mirando hacia el horizonte ahogado por los edificios que crecían más allá del lago. Con los cascos blancos y, probablemente María Mena susurrándote al oído con voz cascada. Esa forma de fruncir el ceño tan especial, con los labios formando una línea curva, rojiza, sugerente. Los tenues rayos de sol iluminaban tu piel, que pálida y tímida se asomaba entre una camiseta y unos vaqueros cortos, ávida de melanina que dore tus piernas.

En aquel momento mi corazón hizo un viaje en el tiempo, y recuperó todos los archivos de nuestra historia. Razón de más para que se lanzara cuerpo abajo latiendo desenfrenadamente a través de arterias y venas, haciendo que la respiración se me cortara de golpe.
Fue extraño cuando te vi. Fue extraño cuando te vi descubriendo mi mirada, clavada en tus ojos, sin encontrar el punto de retorno al presente, en ese en el que ya no formabas parte de mi vida.

Entonces todo fue posible. Tus besos, tu sonrisa, tus mañanas podrían volver a ser mías. Me acerqué con todo el anhelo que mis noches vacías habían acumulado como pequeñas piedrecitas en el hueco que habías ocupado en mi corazón, y me detuve frente a ti, mirándote con intensidad. No sé muy bien por qué, pero entreabriste los labios y antes de darte tiempo a tomar aire, me fundí con tu aliento en un beso robado. Cerré los ojos y me ahogaron los recuerdos, pero había algo que no cuadraba. Me mirabas con esos ojos miel bien abiertos, sorprendida. Algo había cambiado. El sabor de tus labios me evocaba a las frutas del bosque, tan distintos a la dulzura que yo recordaba.

Era como si me quedaras pequeña, como si me hubiera probado una ropa de años atrás y hubiera crecido. Ya no te amoldabas a mí, tus curvas no encajaban con las mías. Por eso me separé de ti, sofocado, y te acaricié la mejilla con cuidado. Por eso te di un último beso en la mejilla, recreándome más de la cuenta en aquella suavidad, y después de mirarte a los ojos y descubrir que las chispas ya no brillaban en las pupilas, me alejé por el campo de grava blanca, cerrando por fin, uno de los capítulos de mi vida.

Por eso te escribo esto, Violeta. Porque mereces una explicación, porque te querré siempre, y porque tienes una parte de mi corazón que jamás te pediré que me devuelvas. Me he comprado un nuevo calendario, y buscaré sin buscar a alguien que ilumine mi vida, y a quien yo consiga hacer brillar. Sin prisa, sin pausa. Nunca dejes de soñar, ni de buscar la felicidad.
Adiós, pequeña.

Siempre tuyo,

Leo.


sábado, 23 de febrero de 2013

Reseña de Alejandro Sotodosos, miembro de la junta directiva de la Asociación de Escritores


Antes de comenzar, tengo que confesar que tenía tantas expectativas puestas en este libro –y en su autora–, que ha sido, sin lugar a dudas, una prueba de fuego. Y la ha superado. Ha destrozado las marcas que tenía impuestas en mi esquema mental en lo que respecta a un libro de suspense.

Será la magia de los libros, de la literatura. El caso es que Irene me ha hecho sentir uno más en la historia, como si estuviese allí, oculto, vigilante. Como si fuese recorriendo a pies juntillas cada palabra, cada párrafo, cada fragmento de una trama meticulosa y perfectamente entrelazada, cargada de intriga y de sentimientos muy reales.

No suelo reseñar libros, pero siento la necesidad de hacerlo con este. La Sombra de Nuestra Inocencia es uno de esos libros que te araña el alma. De esos en los que, al pasar la última página, sientes que algo en tu interior ha crecido. No sabría decir muy bien qué, pero me ha hecho sentir muy, muy satisfecho por haber encontrado una novela que se podría definir con un adjetivo: imprescindible.

Sin duda, la valoración de los aspectos intrínsecos del libro supera los estándares que pueblan las listas de los más vendidos de cualquier gran librería. Su prosa fresca, sencilla y cuidada, sus diálogos verosímiles que te invitan a tener los pies en el suelo en todo momento y escapar de las conversaciones imposibles que acostumbran a reinar en las novelas comerciales. Sus personajes, perfectamente profundizados, van evolucionando con el paso de las páginas al ritmo del argumento. Sus ambientes, deliciosamente amoldados a la gran trama de suspense que envuelve la novela.

No obstante, sin dudarlo ni un instante, lo mejor de esta novela son sus descripciones. Tengo veintiún años, y he leído bastantes libros de diversos géneros como para hacer la siguiente afirmación, con el peso y la responsabilidad que ello conlleva: Irene hace las mejores y más completas descripciones que he leído nunca. Y eso la convierte, a sus diecisiete años, en una promesa que merece ésta y todas las oportunidades que se le puedan brindar.

Quisiera destacar también algún aspecto negativo, y tras mucho indagar he encontrado uno: La Sombra de Nuestra Inocencia es demasiado corto.

Así que Irene, por favor, haznos un favor. Continúa escribiendo. Llega Irene Cid Vega pisando fuerte. Abran paso. 
Alejandro Sotodosos.

viernes, 22 de febrero de 2013

Presentación, 19.00 Casa del Libro

Y ya por fin llega. Mañana a las 19.00 estaré presentando en la Casa del Libro del Alcalá Magna a mi pequeña "La sombra de Nuestra Inocencia".
Los nervios me revolucionan la tripa, lo cierto es que sigo sin creerme del todo que esté viviendo este sueño.   Al empezar a escribir esa novela jamás pensé en que un montón de personas lo leerían también, leerían mis palabras...

Es posible que mañana se me olvide agradecer a alguien algo, y ya que desde las teclas puedo reflexionar mejor, voy a hacerlo desde aquí. Porque detrás de una novela suele haber muchas pequeñas historias que se entrelazan para crear el ambiente idóneo. Y gracias a las musas he podido tener el placer de experimentarlo :)

Lo cierto es que como base fundamental de confianza y seguridad, Araceli. Gracias a ella, que creyó en mis palabras desde que leyó la primera frase hace cinco años atrás, de "En el pasadizo secreto", me he atrevido a hacer equilibrios para atreverme a empezar. Su apoyo constante, su entusiasmo ante cualquier idea, avance, párrafo.
Gracias a Clara, por esos abrazos que me llenan más que el más dulce chocolate. (Y "Al coche de mi jefe", ¡la verdadera banda sonora de esta historia!)
Gracias a mi pequeña Alexia, una estrella que nunca se apaga, y que está siempre a unos pocos centímetros para reconducir mi camino :)
Gracias a mi querida tocaya, que con ella aprendí que con gafas de sol el cielo se ve más azul, y que es mucho mejor tener los pies en el suelo, pero la cabeza no sé donde... Por abrirme aquella pequeña grieta a este argumento.
Mil gracias a Amanda, Águila Rosa, mi pequeño medio Limón, Cuá, Celinda, Reiwen, Mivs, Anita, Laura, Celia G, y Paola por ser las mejores T R E C E y por apoyarme en todo momento.
Por supuesto a Peps, su constante entusiasmo y orgullo con LSdNI, que eres el mejor :) Y Richi, exactamente igual. Por ser mi economista favorito. Google, Willy, Dani, Scachin, Rás, Andrea, ¡no me olvido de vosotros!
Al dibujante, nunca me cansaré de decirte que persigas tus sueños; imagínate que un día dejan de ser sólo eso, sueños, ¡y se cumplen!
A Álex, por ser un descubrimiento genialoso.
Mi hermana mayor postiza, Tania, gracias por ejercer en todo momento. (¡Y Alfi... !) Y mis pequeñas y grandonas de CNAH, estoy muy orgullosa de que sigamos formando un equipo :)
Manolo, gracias.
A los de aquel día 28 de septiembre, día nuboso, ha sido perfecto conoceros. Sois todos geniales, de verdad (Risi, Moni, Sara, Rober, Río, Puch, Laura...)
A ti, sí,. No me he olvidado de ti. Gracias por estar todos los días, a todas horas, ahí. Vivan las cosas amarillas.

A mi familia, siempre.

domingo, 17 de febrero de 2013

Un día en el Reino de Fantasía

Entre las notas de la banda sonora, las palabras salen solas (:

Echaba de menos el olor de la hierba en medio de tanta arena rojiza. Atreyu subió de un salto a Artax, y respiró hondo, inhalando también aquel aire almizclado, de libertad abrumadora que tenía la sabana. Hacía días que atravesaba veloz la llanura, que parecía interminable, portando el nombre.

Un nombre que había salvado a la joven emperatriz infantil.
Hija de la luna.
La mirada de la pequeña se le había clavado en la mente, y arrastraba a los latidos de su corazón a desbocarse cada vez que la recordaba. Envuelta en lágrimas, con un sencillo vestido de raso que casi se fundía con la clara piel, mirándole con unos ojos grandes, brillantes, que reflejaban la tristeza y la ilusión de toda Fantasía. En medio de la oscuridad, del vacío absoluto. Era la única luz que quedaba, titilando débil.

Hija de la luna.

En un parpadeo todo el Reino de Fantasía había vuelto a existir, sanándose con los nuevos sueños. Pero Atreyu necesitaba volver a verla, volver a sentir esa sensación tan maravillosa...

Como el Reino de Fantasía, este mundo se rige por los sueños. Los anhelos de todos y cada uno de nosotros. Bombillas titilantes, brillantes o débiles, pero que en conjunto iluminan nuestro Reino de la Realidad. Si todos enchufáramos nuestra bombilla, eclipsaríamos al sol con nuestra luz. Enciende el interruptor, Bastian. Es mejor que vivir en la oscuridad :)



lunes, 11 de febrero de 2013

Ángela

No era muy sociable. Todos los días, después de volver del colegio, se acercaba sigilosamente a ellos y los observaba con atención. 
Ni una palabra salía de su boca mientras observaba con los ojos bien abiertos como jugaban despreocupados. Sentía su salvaje júbilo, incluso aquel día pensó que podría palparlo, y sonreía para sus adentros. Nada como recibir una buena dosis de alegría infantil, en medio del caos de la hipocresía.
Sin embargo, aquella noche era diferente. La tensión se acumulaba en los latidos de sus venas, y sentía que la estaban observando.
Bruno la miraba de reojo. Parecía el único que se había percatado de que la mujer de vestido blanco que relucía en aquella zona oscura ya había llegado. Por una vez, se decidió a cambiar la situación que se repetía todas las tardes.
Lanzó el balón lo más fuerte que pudo. Este se perdió cuesta abajo por una de las callejuelas que rodeaban la plaza ante las protestas de sus compañeros, y cuando todos estuvieron lo suficientemente preocupados en encontrarlo, se acercó tímidamente a ella y simplemente se sentó a su lado esperando a que reaccionara. Ángela giró la cara en dirección contraria dejando que creara una cortina con su brillante cabello negro que separara su rostro anegado en lágrimas repentinas que le invadieron la visión.
El corazón le latía rápido, y a su mente acudieron recuerdos en flashes de aquel mismo día once años atrás, en los que había perdido a su criatura. Su bien más preciado. Aquel pequeño ser del que lo único que conservaba eran fotografías difusas en blanco y negro del interior de su seno. Ecografías imprecisas.
Había muerto, le habían anunciado horas después de que naciera.

Se estaba secando las lágrimas apresuradamente cuando una cabecita, más o menos de unos once años, se asomó entre sus cabellos mostrando una de las sonrisas más encantadoras. Sus miradas se encontraron, y por un instante, Ángela se sintió parte de aquel niño. Y desde ese momento, supo que estaría ligada a él de alguna manera.

Pero aquel momento mágico se desvaneció y se perdió como un lejano recuerdo vagando entre aquellas tristes y pequeñas calles en las que aquellos niños, aún en tierna infancia, jugaban ajenos a todo el terrible mundo adulto al que se enfrentaban sus padres.

Ángela se levantó, con el corazón acelerado y sintiéndose atrapada por el dolor de ver un reflejo en aquel niño de lo que podría haber sido su hijo, y sin pronunciar palabra se alejó por las calles oscuras como el carbón, sucias.
Bruno observó cómo la luz que destilaba no se desvanecía. 
Era como si el mismo sol que ya se había escondido se reflejara en ella, como si creara un aura a su alrededor para tratar de protegerla.
Él sabía que era alguien especial para él. Pero no entendía por qué.

Tal vez algún día lo comprendiera.

Por fin.


¡Por fin ha llegado el momento!
"La sombra de nuestra inocencia" ¡ya tiene fecha de presentación!
El 23 de febrero a las 19 h, en la Casa del Libro del Alcalá Magna estaré presentando a mi primera y nueva novela, ¡con muchísima ilusión!
Ni que decir tiene que todos estáis invitadísimos a ir, y que allí os espero :)

Y como regalo de hoy, para celebrar que estamos a 11 de febrero de 2013 y ha sido un buen día, os dejo el primer párrafo del prólogo (: 
La luz difuminada de las farolas se filtraba entre las ramas de los árboles creando sombras difusas en la pared. La noche se había cernido sobre la ciudad, y el insomnio acudía a hacerme compañia. Salí de mi habitación sin hacer ruido, y dejé que el frío del suelo me mordiera los pies desnudos. 
La sensación de que aquella vez estaba siendo diferente palpitaba desde un rincón de mi mente, latente; había algo que no había ocurrido las otras veces


domingo, 3 de febrero de 2013

Fragmento

Se miró de refilón en el espejó y descubrió que su pelo continuaba igual de desordenado; se colocó rápidamente un gorro y se peinó con los dedos el flequillo. Sabía que ella le estaba esperando, así que se apresuró en cerrar la puerta y bajar las escaleras de dos en dos. Sus ojos brillaban más que de costumbre. Un efecto de la luz, tal vez.

Decían que cuando estaba con ella era alguien diferente. Sonreía más a menudo, y siempre que la abrazaba con fuera su corazón rebotaba en el pecho.

Y nadie dudaba que la causa fuera ella, ya que con sólo estar a su alrededor era imposible esconder la sonrisa que se instalaba en tu expresión, por infeliz que fueras.
Él lo sabía.
Por eso se sentía tan especial a su lado.


Amor y miedo

Un diccionario define la palabra amor como concepto universal relativo a la afinidad entre seres, concebido de diversas formas según las diferentes ideologías y puntos de vista.
Esa definición es fría, impersonal, y sobre todo poco exacta.
No dice cuántos latidos aumentan de forma proporcional a la distancia que os separa, ni da una medida exacta de el tiempo que el cerebro dedica a pensar en los "Y si...", a imaginar como podría ser todo si... o cómo habría sido. Tampoco aparecen la cantidad de veces que has escrito su nombre por todos los sitios imaginables, ni la de iniciales que has probado a poner junto a la tuya. Ni siquiera hay baremos ni clasificaciones de amor,
ni duración,
ni modo,
ni magnitudes para medirlo.
Sólo es un concepto relativo, que varía. Basado en las mariposas que todos tenemos en la tripa, y en la medida exacta de sonrisas por minuto.
Para concluir la entrada de blog en este domingo soleado, que sepáis que...
AMOR tiene más entradas en Google que MIEDO


miércoles, 30 de enero de 2013

martes, 29 de enero de 2013

Lo que te conté mientras te hacías la dormida

Nunca he creído en el destino, ¿sabes? Me parecía una absurda forma de justificar cualquier cambio en nuestra vida, de abandonar al caprichoso azar la autonomía del ser humano. Tampoco creas que defienda el antropocentrismo, ni mucho menos. De hecho pienso que somos de los seres vivos más ignorantes que existen en este mundo. ¿Por qué si no íbamos a pasar por encima de tantas cosas bellas sin ni siquiera mirarlas?
Pero no nos desviemos. Ahora te veo ahí, delante de mí, abrazando fuertemente la almohada con las uñas apretadas contra las sábanas, blancas. Rodean tu cuerpo desnudo al estilo griego, tapando las partes precisas para rezumar elegancia; pero aparte de eso, eres completamente distinta a cualquier figura helenística. Tu piel, tostada al sol, es lisa, pero está cubierta de pequeñas pecas que endulzan cada curva. Siempre frunces el ceño cuando te digo lo preciosa que eres. Un mohín infantil que me provoca sonrisas de burla sin poder evitarlo.
Es tan cierto…
Eres bella, duende de fuego. Los mechones rojizos se han colocado caprichosamente a tu alrededor cuando te tumbaste. Todos dicen que me he enamorado.
Nunca he sabido qué es el amor exactamente. Si realmente existe, ¿por qué cada persona lo define de una forma? El sol es un astro brillante que emite gases a elevadas temperaturas, y es así en España, en China y en Australia.  Incluso la tristeza es un sentimiento de desánimo y desasosiego en todos los lugares del mundo. ¿Por qué no hay ninguna regla universal que pueda atrapar al amor?     

Buenos días, pequeña.
Dani.                                                                                                                                               

lunes, 28 de enero de 2013

Las casualidades



A veces todo gira tan deprisa que ni siquiera te paras a pensar en los matices, ¿verdad? Entonces es cuando te das cuenta de que tempus fugit existe. Se desmenuza entre los dedos, y pasamos por alto detalles maravillosos. Y esos son los que importan. Y es que ahora sí parece que ya empiezo a entender, que las cosas importantes al fin... son las que están detrás de la piel.
El segundo exacto en el que todo da un giro radical, 
el guiño que te cambia la vida,
la contracción de los músculos de su cara al dedicarte esa sonrisa.
Una canción.
Burbujas de jabón en una mañana luminosa.
El olor de la hierba.
El color del mar. 

Incluso las lágrimas en aquel cementerio.
Después de mucho tiempo comprendí, que hay cosas que es mejor no entender.
Eso es lo que he aprendido hoy a ver. 

Las casualidades que lo cambian todo.

Preguntas de siempre


Con el móvil en la mano y un papel en blanco se hizo la misma pregunta de siempre; "¿Por qué no le llamas?; ¿Por qué no le dices la verdad...?"La primera pregunta era fácil de responder; eran más de las cuatro de la mañana, y él solía dormir las noches que no hablaban durante horas.La segunda la condujo a otra más complicada. ¿Cuál era realmente la verdad?¿Que cada vez que levantaba la mirada y se encontraba con su sonrisa radiante le daban ganas de darle un beso? ¿Que con sólo rozarle una milésima de segundo se le erizaba la piel?Que se moría por construir un álbum de recuerdos, de momentos inolvidables y efímeros.Que le quería.¿Tan difícil era?"Las cosas, a veces se complican; NOSOTROS las complicamos" ¿Cuál era su solución, entonces? ¿Ir un día y decírselo?






Tal vez (;

lunes, 21 de enero de 2013

Comienzos

Parece ser que los comienzos siempre son emocionantes, ¿verdad?
Es como si la ilusión marcara cada uno de los segundos, como si ese miedo a caer al vacío desapareciera. Como si todo fuera posible, y el vértigo no existiese.
En estos dieciséis años ya he tenido muchos comienzos. Como todos, supongo. Unos más exitosos, y otros un desastre.
Pero uno de los más importantes ocurrió hace ocho años, en el hemistiquio de mi vida. Por una razón incomprensible, un impulso del subconsciente, cogí el lápiz y me arrojé a las páginas en blanco a pintar con palabras. 
"El gnomo viajero", de 2004, es el primer cuento que escribí con el corazón vagando por mi mente buscando emociones y sueños infantiles que plasmar. Apenas tres páginas de una libreta azul, entre dibujos coloreados y garabatos; el comienzo de cientos de páginas escritas.

Como forma de comenzar las publicaciones, la web, y toda la espiral de mostrar mi obra al mundo, aquí os dejo la historia escrita por una niña que soñaba con volar, era fan de David el Gnomo y se había enamorado del universo.

El gnomo viajero.
Había una vez una fábrica que inventaba todo tipo de cosas; globos, pelotas de todos los colores... Pero eso sí, sólo juguetes. Un día el señor que se ocupaba de la máquina que fabricaba globos se despistó con una mariposa azul que le hacía cosquillas en la nariz, y fabricó un globo pero especial. Llevaba un gnomo dentro.
Se lo dieron a un vendedor de globos que ni se dio cuenta de que era especial, por eso se lo dio a una niña llamada Lucía. ¿Sabéis lo que le pasó a Lucía?
Que empezó a decir lloriqueando: "¡Mamá, el globo, el globo se ha escapado!" 
Y cierto era; el globo especial empezó a volar... El gnomo disfrutaba del paisaje muy contento pensando en la aventura que estaba viviendo; pero empezó a anochecer a un paso gigante. Cada vez más arriba el gnomo se durmió. Y cuando despertó estaba rodeado de unos seres llamados niños, iguales que Lucía. Cuando se vio en un espejo vio que él era del mismo tamaño tan gigante (para él nosotros somos gigantes) como los otros niños. 
Los niños le dijeron que eran una pandilla que había intentado llegar a Saturno junto a un astronauta, pero habían fracasado por culpa de un satélite, un cometa y un gran meteorito que no les dejaba pasar, y sólo habían llegado hasta Marte. Se habían hecho cabañas para vivir, y dijeron que ellos sólo tenían pensamientos buenos, y que por eso tenían los ojos de muchos colores. El gnomo tenía al final ojos de muchos colores también.
¿Y sabéis qué? Que el gnomo al final llegó a Saturno con los niños y el astronauta, y de Saturno volvió a la Tierra con sus amigos. Pero al volver volvió a ser muy pequeñito.
Por eso en la Tierra fue a visitar un mago volando en el globo especial (que aprendió a conducir), que le convirtió en ser humano. 
Y allí estará nuestro querido amigo el gnomo-humano, vendiendo globos de todos los colores a niños como Lucía. Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete.

BIENVENIDOS AL BLOG DE LAS PALABRAS DEL VIENTO :)

www.irenecidvega.com

domingo, 20 de enero de 2013

Vancouver's Lake.


El único ruido que les acompaña es el de los crujidos intermitentes de las ramas secas bajo sus pies. Se acercan lentamente a través de los pinos, y de ese olor punzante y almizclado que desprenden en otoño. Al llegar a la orilla, en la que tratan de aferrarse a las piedrecitas pequeñas olas, se detienen. Ella le mira con curiosidad, mientras que los ojos de él buscan algún punto lejano, tal vez donde las montañas se besan con el lago.

-¿Ves lo tranquila que está el agua? –Pregunta él, aún ausente.

-Sí. 

-Así era yo una vez. Y entonces… -Lanza una piedra al lago casi con rabia, y el agua se agita y se revuelve creando ondas. -En eso me convertí.

Tras unos minutos en silencio, inmersos en sus propias reflexiones, ella aprieta los labios y murmura:
-Pero si esperamos un rato, se volverá a calmar.

Él sonríe con tristeza, y la mira a los ojos por primera vez en todo el día. Ella se siente pequeña, y le conmueve la expresión de su acompañante. Acerca una mano a su brazo desnudo, y se lo acaricia unos instantes antes de que la piel se erice bajo su tacto y él rehúya de su contacto.

-Pero la piedra seguirá allí abajo. Tal vez el lago se vea igual que antes, pero ha cambiado para siempre.

sábado, 19 de enero de 2013

Palabras al viento de una mecánica de corazones


Últimamente he pensado mucho en todos los cuentos que ya existen; en que es posible que las historias se hayan acabado. Y es que he buscado ideas por debajo de las piedras, pero han escapado, negándose a ser aprisionadas en una historia.

Pero cuando hoy he soñado con cosas imposibles y absurdas, y he llegado a la conclusión de que jamás terminará todo, porque la imaginación no tiene límites.

Porque existe la magia cuando tienes un papel en blanco, esperando ávido tu tinta, porque ahora creo en lo que no es creíble. Porque sé que cuando miro tus ojos todo es posible, y porque quiero que las mariposas buceen en aguas marinas y que los corales iluminen el cielo.

Por eso seguiré escribiendo; por las fronteras de otras historias que nunca traspasarán las mías, porque siempre habrá algo

distinto

que hace que cada una

sea

ÚNICA.