Los adioses, los tal vez, los te quiero, los gracias, los perdón que se quedaron atrapados y no pude decir. Estaban aquí.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Una vez más. Estación en curva

Cuando se tiene una idea, nunca se sabe hasta donde puede llegar. En ese momento no hay barreras, y parece que todo puede ser posible.
Lo mágico, es cuando consigues materializar esa idea, y por mucho que busques... sigue sin haber límites. 

Estación en Curva se formó con timidez, llamando a la puerta de cada uno de los que han participado en ella con suavidad, como si no quisiera hacer ruido. Se introdujo en nuestras vidas despacio, poco a poco, y cada uno de nosotros dejó una huella en ella. 

Mediante nuestras palabras, las de las ocho maravillosas chicas que conformamos este poético equipo, entretejimos los sentimientos de la protagonista, que se dejó hacer, creciendo y evolucionando a cada página escrita. Juntas comenzamos el viaje en la línea 2, sin saber cuál sería el final del viaje.

Hace algo más de dos semanas, nos detuvimos en la primera estación, que, irónicamente, representa el corazón vivo de esta historia; la Nave de Motores de Madrid. Tras la presentación a la que acudieron casi 200 personas, incluyendo la presencia de Metro de Madrid, así como del Consejero de Transportes de la Comunidad de Madrid, las noticias en distintos medios (radio, periódicos...) se fueron propagando como la pólvora.

Este sábado, 12 de diciembre, volvemos a detenernos. Esta vez, en la Casa del Libro del Alcalá Magna, a las 19:00, una vez más. Ya lo sabéis, estáis todos invitados a subiros en esa estación, para acompañarnos en una tarde de vídeos inéditos, poesía, y firmas de ejemplares de las ocho escritoras: Noelia Tello García, Nuria Ortega Jiménez, María Mateo Vía, Tania F. Serna, Carolina Álvarez, Patricia Carrasco, Andrea Valbuena e Irene Cid Vega.

Gracias, de verdad.
Seguimos soñando,

​Irene

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Post-it virtual

Hubiera querido decirte esto a los ojos. Con las estrellas mirándonos de reojo, con nuestro pequeño oasis sobre el colchón. Hubiera querido que sonara Fito de fondo, y que en el momento oportuno dejara paso al silencio para que sólo se escuchara cómo sonríes a oscuras.
Hubiera mordido la almohada para aguantarme las ganas de decírtelo hasta que llegara el momento adecuado, con las piernas entrelazadas, con tus dedos bailando claqué en mi espalda.
Porque cuando te vi, algo me dijo que ibas a formar parte de mi camino y tú sonreíste porque lo sabías.

Hubiera querido dejarte esta noche una nota en tu mesilla. Para que te despertaras mañana, como un oso, y leyeras con el ojo derecho mi torpe forma de decirte,

que me encantas por las mañanas,
que sueño con poder dormir contigo,
que sé que sabes que esto no son palabras improvisadas,
que daría lo que fuera por que lo último que viera antes de dormir fueras tú, con el pelo revuelto, y tu pijama blanco y azul.
Que sustituiría cada "Buenos días! :)" por media hora de arranque a besos, que a veces despiertan mejor que el café,
que me encantan tus gruñidos perezosos, tu forma de abrazarme por detrás como si no quisieras que me fuese nunca.
Sé que si estuvieras aquí, te reirías y me dirías que ya lo sabes.
Pero "nunca es una tontería".

Así que te lo digo a ti, desde aquí, para que sea nuestro pequeño secreto a voces.


En mi almohada sólo faltas tú.


Por Irene Cid Vega


jueves, 15 de octubre de 2015

Sin quitamiedos

Esta mañana he aterrizado en la antesala de la fecha subrayada durante tantos años en el calendario. El principio y el final se funden, y sólo queda un moribundo recuerdo que cada vez camina con más dudas, como si supiera que ya no tiene nada que hacer.
No te guardo rencor.
Miro hacia atrás y veo cómo mi camino no era más que una curva cerrada a la altura de tu despedida. Que lo único que me retuvo cuando me fui, era el vértigo a derrapar sin quitamiedos, sin freno y con ojos vendados.
Pero aceleré al cogerla, arrastrada por un abril que amenazaba con ser el más lluvioso de mi historia, y cuando el parabrisas me permitió ver, descubrí una incorporación a la carretera inesperada.
Él.

Con faros de larga distancia, calor y Maldita Nerea suave, acompañándonos en el viaje. Con su ingenua forma de hacer todas las mañanas más fáciles, de encontrar siempre el último suspiro bajo mi ombligo. De hacer que con él, siempre sea mejor.
No te guardo rencor.
Gracias a lo que fuiste, a lo que fuimos juntos, por abrir el mundo del lenguaje mudo. Gracias por apagar tú mismo tu luz, por soltarme la mano y dejar que la sorpresa rasgara en dos mi inocencia. Esta mañana he aterrizado en mi primer tropiezo con tu mirada; y lo he hecho mirando atrás, sonriendo, y cerrando la tapa de un libro que ya había leído. 

Como quien revisa el último párrafo del epílogo, y decide no cambiar ni una coma. Como quien terminó de escribir una historia, y sabe que la vida le está esperando fuera. No te guardo rencor, pero me he lanzado a la luz con los ojos abiertos. 
Y no me ha cegado.
Por Irene Cid Vega

lunes, 12 de octubre de 2015

Quédate.



Piensa en escribir sobre él y le entra la risa.
Es como si lo que sintiera fuera tan grande que no cabe entre palabras. Cómo ponerle nombre a una sensación imposible, cómo encontrar el camino de vuelta al verano desde la manta del sofá de enero.

Vino sin que le buscara, a traspiés, y con ganas de una oportunidad en el bolsillo izquierdo.
Se devoraban los minutos prohibidos, a solas con las ganas de morderse el destino. Saltaban a la mirada del otro con la desesperación de quien no quiere perder el último tren.

Era verle aparecer a lo lejos, con la cazadora de cuero negra y colocándose el pelo, y su corazón se quedaba en blanco.
"Mírame. Mírame hoy también, cómeme a besos, no te vayas. Quédate."
Su pulso se tropezaba cada vez con más frecuencia. Ella sabía que algo había cambiado, que encajaba con sus manías, sus días grises, sus calcetines de gala. Con su sonrisa, con sus ganas de comerse el mundo.
Y al final...
Verano. Comiéndose a besos como si no les quedaran inviernos. Ese momento en que se paran, se miran y se le escapa.
Subió por la garganta, dulce, rebelde, como tantas veces que se lo volvía a tragar con un escalofrío discreto para evitar romper el fino equilibrio que mantenía su pequeño trocito de paraíso. Pero aquella tarde le llenó la boca, se revolvió alrededor de su lengua, y entreabrió sus labios en busca de oxígeno.

Desde la T hasta la O.
Te quiero.
Solo, simple, fugaz. Un principio y un final. "Que te quiero." Aquí, y ahora. En camisa y zapatos, en sudadera, en pijama, sin él. Con ese guiño de ojos sin complejos, sus manos calentitas, y tantos lunares que aún no le ha contado. Botón a botón, quitándole a suspiros las ganas de irse.

Dejó todos los calendarios usados guardados en el desván de la memoria, preparada para correr con él. Con la vida a sus pies. Esperando.
Piensa en escribir sobre él y le entra la risa.
Y sube un cosquilleo de ganas de verle, de volar una cometa, y de atar promesas a una pulsera en el mar.
Por que con él, siempre es mejor.



domingo, 10 de mayo de 2015

"Dejar de" como terapia de choque

Y dejé de verte.
Y las calles se hicieron más calles, y el camino más corto. 
Dejé de tropezarme con tus “te prometo”,
dejé de creer en Michael Ende,
dejé que el tiempo deshiciera mis ganas de volver a verte.
Dejé de tenerte como tono de alarma desenfrenada bajo mi ombligo,

Y los semáforos dejaron de temblar,
y empecé a soñar con otro suspiro.
Y aunque perdí el norte…




Por fin he encontrado el sur.


lunes, 12 de enero de 2015

Donde

Donde por cada idea prisionera, nazca una canción.

Donde se pueda escalar paso a paso una nube.


Donde la música se entremezcle con las miradas.


Donde el concepto "donde" adquiera un significado tan infinito que pueda ser a la vuelta de la esquina.


Donde el temblor de las manos sea compensado con pasos firmes.


Donde las sonrisas se regalen con cada bostezo.


Donde el tiempo no nos alcance.


Donde se pueda únicamente ser.

Sin adjetivos, ni complementos, sin ni siquiera vaqueros. Sólo...ser.