Los adioses, los tal vez, los te quiero, los gracias, los perdón que se quedaron atrapados y no pude decir. Estaban aquí.

sábado, 20 de abril de 2013

Del hilo más fino.


El tutú de tul negro y la luz del atardecer hace que parezca una ninfa, algo sobrehumano; aprovecho estos instantes de concentración para ondear mi cuerpo y dirigir una mirada penetrante de derecha a izquierda. 
Sólo un poco más. 
Puedo sentir su fascinación, como una red que se ha extendido inevitablemente por toda la multitud, sus ganas de más. Oigo sus gritos ahogados, veo sus bocas abiertas en una mueca de sorpresa.
¿Puedo hacerlo? Claro que sí.
Sólo un salto para cumplir mi sueño y volveré a aquella oficina en la que trabajo. Prometido. 


De pequeña era mi obsesión inconsciente. Cada vez que veía un bordillo tenía la necesidad de caminar por él, de sentir aquella sensación de oscilar, de pender de un hilo, de oler de cerca el riesgo absoluto. Y en cuanto mi cuerpo se preparaba para precipitarse al vacío, -en aquel caso menos de quince centímetros- volvía a batir los brazos como si fuera un ángel para volver a flotar, rozando apenas la superficie. En realidad el abrazo protector de mi padre, la mano siempre disponible para recuperar el equilibrio ayudaban bastante. 

Sin embargo, me convencía una y otra vez que yo era capaz de hacerlo sola, que era una estrella. Y que nada me separaría del precipicio, excepto la muerte.

Para que veas, papá. Para que veas que sí podía ser una equilibrista famosa, la estrella del nuevo Cirque du soleil. Porque nunca me hiciste caso y yo sabía que podía hacerlo.
Un rayo de tormenta anticipa las lágrimas del cielo que vienen a continuación. Sonrío y me lanzo sin pensar a la cuerda negra que me espera firme y tersa. Flexiono las piernas y noto cómo todos mis músculos se contraen bajo el adictivo efecto de la adrenalina. El suelo es muy pequeño desde aquí. Me estiro saltando hacia arriba, elevando una de mis piernas en vertical, haciendo una postura casi imposible. 
Permanecer en el aire un instante antes de caer.
Mi pequeño éxtasis.

Cuando comienzo a descender a gran velocidad no veo a la gran cantidad de gente que se ha agolpado entre los dos postes de electricidad, ni escucho sus gritos horrorizados. Sólo sonrío otra vez ante la inmensa ovación de mi público entregado, ante aquellos aplausos en forma de gotas de lluvia que golpean los coches de las personas que están allí. 
Sólo instantes antes de impactar contra la lona de los bomberos descubro el engaño. Ni público, ni carpa ni espectáculo. 
Sólo una joven obsesionada que ya ha cumplido el sueño de volar sobre el mundo, un cable negro y una tormenta.
Lo último que pienso antes de que me aten en la camilla para examinarme en el hospital es que algo en mi interior se ha estabilizado para siempre. Esa obsesión, esa tensión. Ha desaparecido. "Gracias por recuperar mi equilibrio, papá."




lunes, 1 de abril de 2013

Sea cuando sea allí estaré

Era un día gris, brumoso.
Las nubes habían bajado a visitar la ciudad, y vagaban por las calles alargándose y estirándose como chicles esponjosos.
El soldadito continuaba en aquella tetraplejia permanente, con su pequeña pierna incrustada en la alcantarrilla herrumbrosa que separaba los dos niveles de la urbe, el visible y el que todo el mundo se esforzaba por ocultar. A nuestro pequeño amigo se le escapaban diminutos estornudos, frutos evidentes del frío húmedo que se había extendido aquella mañana de febrero. Sin embargo, allí seguía, sin poder moverse, con su traje de pantalón azul y de lustrosa chaqueta roja desgastados; el agua lamía suavemente su pintura y la deshacía tortuosamente.
Llevaba varios días solo en aquel lamentable estado. ¿Qué pensaría Kim04 si le viera así?
Semanas atrás se había prometido que le brindaría amor eterno. Aquel rostro de píxeles de colores bellísimos le había robado el corazón. ¿Quién era él, triste y viejo soldado de la guardia londinense?
Nada más que un simple recuerdo de los juegos viejos, de demasiados años atrás, demasiado poco sofisticado... La protagonista del nuevo videojuego jamás se fijaría en él.

En esa red de pensamientos tristes se encontraba el soldado cuando un coche aceleró junto a él y le empujó a través de las rejas de la alcantarilla, provocándole un infarto y casi la pérdida de una de las piernas. Aterrizó en una bolsa negra charol blanda. Al ver a su alrededor la suciedad que le rodeaba, agradeció haberse constipado para no oler la inmundicia.

"Llama, grita, si me necesitas, sea cuando sea allí estaré."

La voz femenina lo canturreó con tono metálico antes de volver al silencio. En seguida descubrió una mano enguantada sobre la que había caído, seguida de una muñeca femeninamente fina. Casi se le detiene el corazón por segunda vez en el día cuando distinguió el logo en la manga de la camiseta negra que cubría un esbelto cuerpo femenino de plástico perfectamente moldeado. La sonrisa casi brillaba en la oscuridad, y el soldadito tuvo la certeza de que había caído en brazos de la joven de sus sueños.

Kim04.

¿Cómo habría llegado ella hasta allí? ¿No era acaso, la estrella entre las mentes infantiles?
Tal vez ya había pasado su momento, y existía una mejor versión del héroe estereotipado que todos admirarían. Qué más daba...

Se moría por abrazarla, sentir aquella piel tan perfecta, decir cuánto la admiraba,
hacerla sonreír...
Pero su cuerpo inmovilizado no le permitía pronunciar palabra, así que decidió dejar de pensar y disfrutar de la cercanía de la joven muñeca sin saber si ella le correspondía.

Mejor así. Ninguno de los dos supo nunca si el otro lo amaba. Amantes mudos que vivieron de la ilusión más genuina.
Sin embargo, sus corazones latieron al mismo ritmo a lo largo de mucho, mucho, mucho tiempo.