Los adioses, los tal vez, los te quiero, los gracias, los perdón que se quedaron atrapados y no pude decir. Estaban aquí.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Se busca

"Se busca. Metro sesenta y cinco, pelo rubio y una risa que quita el aliento. Desaparecida desde el 3 de septiembre de 2014. Si la ves, ponte en contacto conmigo."

Lucas volvió a repasar el cartel con la mirada, cuidando los detalles. Se fijó de nuevo en el brillo de aquellos ojos azul pastel, sometidos a las dos dimensiones del plano del papel, preguntándose si algún día volvería a verlos. 
La mañana arañaba los últimos vestigios oscuros de la noche, diluyéndolos en tonos brillantes, y el corazón de Lucas caminaba despacio por aquella avenida de cemento y comercios. 
Volvió a sacar el celo de la mochila, y tres farolas después se detuvo de nuevo. Desenrolló cuidadosamente otra copia del cartel, y la pegó sistemáticamente.

Uno más. O uno menos, tal vez.

Hacía días que no dormía. La búsqueda incansable le había arrebatado el sueño, escondiéndolo tal vez, en el rincón del mundo en el que se encontraba ella. 
Ella.
El final de cada uno de sus hilos de pensamiento. El penúltimo adiós en aquella playa. La sonrisa de un "quizás". Ella, en su simpleza, en su curva rectilínea de belleza, en sus suspiros enterrados en el colchón.

Se había marchado. Se había ido sin dejar más rastro que lo que había llegado a ser. Se había ido, y con ella los mediodías, el norte, y el color verde. La melancolía se trenzaba con el tiempo. Y este se agotaba.

"Dónde estás..."

Fue colgando el último cartel de aquella avenida cuando lo sintió. Antes de girarse, contempló una vez más la fotografía de ella, mirándole desde la curvada farola con ojos sonrientes, y cerró los suyos con fuerza para recordarla con nitidez.

Cuando volvió a abrirlos, se tropezó con la mirada desconcertada de un alma decaída. Los mismos ojos que brillaban en la fotografía se encontraban materializados frente a él. Desvaídos, como si fueran la sombra de lo que habían sido.

Ella.

Lejos de que se acelerara su respiración, el corazón le bombeó más despacio, si cabe. Con más desánimo. Como si lo que descubriera no fuese una sorpresa. Como si ya lo hubiera perdido todo.

-Estoy aquí, Lucas. -Susurró ella. Pero tras unos instantes enfrentada al silencio, su seguridad se tambaleó y entre las pestañas se le entrevió el miedo. El miedo a que su respuesta no fuera la adecuada. El miedo a no querer saber.

Lucas sonrió con tristeza, y abrió su mochila, tendiéndole una copia del cartel a ella misma. 

-Se busca. Hace tiempo que ya no está. Hace tiempo que no sonríe como sonreía. Hace tiempo que ya no busca los grumos de chocolate en el Cola Cao, ni tiembla al arañar las puertas del cielo. Se fue, y quiero recuperarla. O saber que ya no es mía. Busco mi rumbo y no te encuentro. ¿Dónde estás?

Ella abrió la boca pero los segundos le robaron las palabras. Lucas suspiró, y se dio media vuelta, dejándola con el cartel de su propia desaparición en la mano, y con la llama de la esperanza reducida a una cerilla. Con el "por si acaso" guardado en la manga.

Y una vez más, pegó una tira de celo sobre el cartel. Esperando que ella dejara que recuperaran su amor, que en algún lugar oscuro, se había escondido.

"Se busca. Metro sesenta y cinco, pelo rubio y una risa que quita el aliento Desaparecida desde el 3 de septiembre de 2014. Si la ves, ponte en contacto conmigo.”

Porque hay amores que matan; porque los amores que matan… nunca mueren.